sábado, 8 de enero de 2011




Niños con discapacidad

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   Hay veces que los padres sienten rechazo ante un bebé con alguna malformación, y pueden sentir culpa por eso. Puede ser comprensible, es humano. Esto puede ser elaborado y compartido.
   Hay otros padres que pueden aceptarlo sin sentir rechazo, no por eso hay que criticar a los otros. Otros padres sienten una devoción especial hacia este hijo, sobre-exigiendo a los otros que han nacido sin problemas.
   También hay padres que los crían de un modo tan natural, sin exageraciones, pero con muchos estímulos, y así el hijo llega a desarrollar lo máximo de su potencialidad, pudiendo tener mejores posibilidades de conexión y muchas veces de inserción social.
   El niño con discapacidad ya sea por enfermedades de orden genético, metabólico, neurológico, déficit motor o sensorial enfrenta a los padres a un sufrimiento por la anticipación de lo que deberá vivir el hijo, de la dificultad para enfrentar solo su vida, por la angustia de no haber dado a luz un hijo sano, con la herida narcisística que ello implica.
   La discapacidad produce un fuerte impacto en el medio familiar antes que en el niño que lo padece, porque aún no lo sabe. Frente al diagnóstico, muchas familias comienzan un camino creativo de descubrimiento para sostenerlo y ayudarlo.
   La respuesta de su grupo familiar va a ser determinante en el futuro de ese niño, porque el modo de reacción de los padres podrá atemperar la discapacidad o incrementarla. Se podrán generar vínculos con interdependencias patógenas o sanas. Si son sanas, lo ayudarán a que genere sus propios recursos para estar mejor en la vida. Si son enfermantes, le disminuirán sus propias potencialidades, depositando en él todas las angustias familiares. Así se convierte en el portador de la enfermedad familiar.
   En cuanto a un niño que nace con algún déficit orgánico, como ser sordo o ciego, significa en primer lugar, un dolor ¡tan intenso! para los padres y defensivamente pueden armarse de una coraza que les dificulte el contacto afectivo con el hijo. Otra defensa es "creer" que el hijo no sufre porque no entiende.
   En el tratamiento con una familia de un adolescente sordo- mudo, ante una intervención mía que ponía en palabras lo solo que desconectado del resto de la familia, el hijo comenzó a llorar. Frente a lo cual la mamá dijo: "no creo que llore por esto, si él no entiende".
   Los padres estaban muy sorprendidos cuando le preguntaron el motivo de su llanto y se dieron cuenta que había entendido todo. Fue recién a partir del tratamiento que los padres empezaron a darse cuenta de que el hijo sufría y necesitaba tanto de la comunicación como ellos. Él era sordo y la falta de un sentido implica un cierto aislamiento pero que puede ser disminuido si se estimula el vínculo y se desarrollan los otros sentidos. En esta familia cuando hablaban no les importaba que el hijo pudiera registrar el movimiento de los labios y participar de la comunicación. El aislamiento y la falta de conexión era total, tanto que el motivo de consulta no había sido por él sino por otro hijo que tenía problemas de conducta.
   Otra defensa puede ser la sobreprotección, que le anula aún más las propias posibilidades, una hermana de una adolescente muda dijo "no me había dado cuenta de la importancia de que cada una pueda realizar su vida, de tanto cubrirle las espaldas la anulé a ella y me anulé a mí misma".
   La pregunta ¿por qué a mi? no tiene respuesta y produce mucho sufrimiento pero aún así hay que poder atravesarla para que esta persona pueda armar su camino en la vida. Si los padres pueden tolerar este gran dolor sin protegerse con defensas que no sirven para nada, podrán ayudarlo a que se capacite con las mejores condiciones posibles. En los casos en que así se ha hecho, hay jóvenes con discapacidades que son profesionales, tienen una vida muy integrada y quizás más plena que otros, formando parejas y armando una familia.
   Sobre una discapacidad puede agregarse una patología de orden emocional, dificultando aún más las posibilidades de ese hijo para desenvolverse y vivir su vida.
   He tratado familias que tuvieron que enfrentar el dolor del sufrimiento de un hijo sordo o paralítico, pero que lo trataron con amor y sin considerarlo ¨un pobrecito¨, sin victimizarlo. Muchos de estos niños son ya hombres que tienen una profesión y viven en pareja y aunque se enfrenten al mundo encontrando dificultades, lo importante es que hayan podido desarrollar recursos internos para enfrentarlas. Mientras que otras familias con hijos potencialmente sanos, los han tratado siempre sobreprotegiéndolos y les han creado una discapacidad psicológica, es decir una discapacidad virtual, porque ellos se sienten inútiles y cambiar esta sensación interna, puede ser tan difícil como devolverle la visión a un ciego.
   En estas circunstancias, más que nunca, los padres necesitan ser apoyados y orientados. Atravesar solos esta incertidumbre es muy difícil y penoso. Otro tema importante es el relativo al hermano sano, lo sobre-exigido que se siente a ser perfecto, sus dificultades y sufrimientos, aunque sean absolutamente normales, deberían tener un espacio para los padres, pero generalmente hay un mensaje no formulado con palabras, por lo que se considera que esos no son problemas. Así es como, muchas veces, el hijo que nació sin dificultades, se siente sin espacio en su familia.
   

viernes, 7 de enero de 2011

Criar a un hijo

La cuestión de la parentalidad está ligada a posibilitar que el hijo pueda devenir sujeto
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   Puede ser que muchos padres busquen un consejo de qué hacer con los hijos. Recuerdo una mamá que contó que en un libro decía que debía dejar llorando a su bebé cinco minutos la primera vez, luego diez y así hasta que aprendiera a dormir solito.
   Puede ser que le haya servido en esa circunstancia, pero ser padres con manual, habla de padres que tienen interceptada la brújula interna, la conexión entre mente y afecto, que es la única guía verdadera.
   La crianza de un hijo, implica desde mi punto de vista, crear un clima y condiciones suficientemente favorables, para que pueda desarrollar su subjetividad, es decir, llegar a sentirse dueño de su vida y su futuro, pudiendo al mismo tiempo ser responsable del cuidado de si mismo.
   No hay nada sentido como tan natural y sin embargo tan difícil como criar a un hijo. En nuestra cultura se le da muy poco lugar a la ternura y es uno de los ingredientes básicos de una buena relación.
   Sin embargo, muchas veces se confunde la enseñanza de las reglas del buen comportamiento y la incorporación de conocimientos (educación formal) con una crianza que favorezca el desarrollo pleno de la subjetividad.y la posibilidad de sentir y expresar afecto.
   Dicho de un modo más sencillo, lo importante es que se posibilite la adquisición de uno de los logros fundamentales para la existencia: el desarrollo de la propia identidad; junto con la confianza en uno mismo y el deseo propio.
   Educar solo pensando en lo mental y lo correcto, arma personas compulsivas, educar pensando en la ternura estimula el deseo de querer conocer, eso estimula el estudio, promueve sentirse querido por los padres y así se genera el deseo de querer sentirse bien y por eso poder llegar a querer cuidarse a sí mismo.
   Hay que entender que la vitalidad no se genera por imposición “de lo que se debe hacer”, sino por la vivencia de placer, de ternura y del compartir. Estos elementos permiten poder crecer como persona y tener un proyecto propio, ponen en marcha las herramientas internas.
   Pero estas herramientas no son dadas por los padres, cada uno las tiene de modo potencial, como las semillas de una planta que deben ser regadas para que germinen y crezcan. Los padres pueden facilitar el desarrollo de dichas herramientas, con un entorno suficientemente propicio, captando la singularidad de cada uno.
   Se podría pensar en dos concepciones acerca de qué es criar un hijo:
Dar herramientas para que poder arreglarse en la vida, ofrecer educación y capacitación.
Favorecer el desarrollo de un potencial con el que todos nacemos a partir de generar condiciones propicias. Esta postura desde su misma formulación implica una confianza en la posibilidad del hijo.
   Ahora bien, dado que las concepciones no son excluyentes es necesario aclarar el modo en que podrían articularse. En primer lugar debería decirse que entre a y b hay una diferencia de importancia, en tanto (b) posibilita la estructuración del ser, condición de posibilidad de la emergencia del Yo autónomo. Es a partir de este desarrollo que el hijo puede aprovechar lo que los padres le ofrecen como educación formal (a), esto es en un momento posterior. Por ejemplo, la formación escolar es muy importante, pero cuando un niño no se siente bien con él mismo, no la puede aprovechar.
   Para precisar el tema, habría que diferenciar la capacitación y la formación de un individuo, que son imprescindibles en el mundo actual, del desarrollo del ser, que es previo y básico y se va construyendo a lo largo de la vida, pues los cimientos son muy tempranos y si estos fallan, surgen síntomas e inhibiciones en las etapas posteriores.
   Podríamos interrogarnos, ¿Cómo se favorece el desarrollo de la propia potencialidad?
Se trata de que los padres puedan construir un espacio tierno (esto no quiere decir sin límites), donde transmitan confianza en las posibilidades del hijo y que no le quieran evitar experiencias, no tratarlo como “pobrecito, no puede”. Sí, capacitarlo para discernir, escuchar sus opiniones, no imponer.
Cuando los padres no pueden es porque ellos mismos tienen alguna dificultad con ese hijo, quizás ellos mismos no se sienten con recursos internos.

   Recuerdo una familia que se caracterizaba por su desesperanza, esto traía aparejado que nunca pudieran sostener proyectos, aunque ellos no relacionaban la desesperanza con esta imposibilidad. Sin darse cuenta, trasmitían a sus hijos una desconfianza en las motivaciones personales.
   La tarea de ser padres tiene que ver con involucrarse emocionalmente con ese hijo, tener empatía, adaptarse a sus necesidades y sus tiempos (esto no significa aguantar cualquier cosa), tener autoridad para marcar un rumbo, y respetar la autoridad del niño que va experimentando, hasta que poco a poco, pueda comenzar a decidir el suyo. Primero lo hará con su cuerpo y sus juguetes y luego se irá ampliando su radio de acción. Las dificultades surgen cuando los adultos encargados de la crianza de los niños no tienen muy claras sus propias ideas por sus vivencias infantiles (ver capítulo de Patología).

Jugar y tener juguetes
   Un modo posible de ilustrar esto puede encontrarse en la relación con los juguetes generada por los padres. La elección que hacen los adultos puede estar influida por una “teoría mental” de que estimular a sus hijos es proveerlos de objetos y que esto de por sí es positivo. En este caso, le compran juguetes con luces, a control remoto, y otros que quizás no están en condiciones de manejar aún y finalmente no pueden jugar porque corren peligro de romperse o los exceden (no tienen la fuerza suficiente para darles cuerda). Esto sobreestimula excitando, pero no aporta necesariamente una adquisición interna. Todo lo contrario, puede hacerlo sentir torpe e inseguro, porque es común que un niño pequeño rompa sus juguetes o que los juguetes mecánicos fallen. En muchas oportunidades ocurre que los padres se enojan con el niño o entre ellos por haber roto el “costoso juguete”, creen que el niño desvaloriza el esfuerzo paterno. No es así, el tema no pasa por la valoración o no, sino por la necesaria exploración del mundo. Estos padres terminan involuntariamente por apropiarse de un área que le pertenece al menor, adueñándose de sus juguetes, del juego, anulando entonces el espacio de creatividad personal del hijo.
   En cambio, un niño que explora los objetos, que maneja lo que lo rodea, puede comenzar a organizar un juego y así desarrollar su imaginación. Lo importante no son tanto los juguetes en sí, sino el desarrollo de un espacio de creatividad, en el que estos objetos no son más que un medio.
  • La Escuela para Padres

  • Es un espacio de apoyo y sostén profesional para encarar y elaborar las dificultades constitutivas de ser padre. Se concurre cuando tienen necesidades de orientación, información o asesoramiento
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  •    La paternidad y la maternidad no son materia de la Universidad, ni hay un manual de recetas.
  •    Se busca ayudar a los padres a interiorizarse en su propia experiencia de paternidad, a vivenciar sus vínculos actuales, procesando sus vínculos pasados para rescatar lo positivo y no repetir lo perjudicial, que ha causado dolor y sufrimiento.
  •    Se encara el trabajo clínico a partir de la integración del psicoanálisis con otras teorías y la dinámica del grupo multifamiliar.
  •    Ser padre o madre no son atributos esenciales sino que se constituyen en una realidad cotidiana, en el seno de una sociedad con modos de relacionarse específicos y con los avatares de las influencias de las condiciones materiales de existencia: economía, educación, trabajo, recreación, etc.. Estos reciben influencias de la moral social predominante en la sociedad, con la cual pueden o no coincidir, pero la posición relativa a la ética familiar, tiene efectos en el modo de crianza y de encuentro o desencuentro con lo que hacen otros padres del entorno cercano.
  •    “La Escuela” no se orienta hacia la enseñanza catedrática, aunque si se ofrece cierta información cuando es necesario, pero más bien se tiende hacia el aprendizaje y la interiorización de una experiencia como vehículo de cambio, a partir de lo conflictivo como también de lo que otros padres tienen más resuelto.
  •    Nuestro trabajo está íntimamente relacionado con la concepción de la salud, la enfermedad mental, lo no elaborado transmitido trans-generacionalmente y la complejidad de la mente en relación con otras mentes. Como influye lo intrasubjetivo (el propio psiquismo), lo intersubjetivo (los vínculos entre las personas) y lo transubjetivo (de otras generaciones). Al mismo tiempo que lo que sucede en el “entre”, en los vínculos más significativos, va a conformar lo intrasubjetivo, el mundo interno. El modo en que han sido vivenciado los afectos, de cómo uno se ha sentido tenido en cuenta es el modo en que son internalizados los vínculos dentro de la mente articulados en un mundo interno, condicionando la manera de percibir “la realidad”.
  •    La realidad es mucho menos objetiva de lo que creen muchas personas, se puede cambiar la realidad de acuerdo a lo que la persona genere con los otros, es decir, si alguien se siente conforme y confía en sus proyectos, genera confianza y “buena onda”, por lo que dan ganas de seguirlo o estar compartiendo con él. En cambio, cuando nos encontramos con gente resentida, llena de odio, nos alejamos. Generar que la gente se acerque o se aleje de uno, abre o cierra puertas, las puertas son la oportunidad de vivir una vida más plena, desarrollando las posibilidades internas.